martes, 30 de marzo de 2010

Luna sin miel 1.-







El tipo lloro para olvidar el nombre que lo traiciono por unas cuantas lunas de miel sin anillo ni marido ni muerte que separe.
Hasta su suerte se dio vuelta para no verlo pasar tal vergüenza.
Ahora el tipo hace un rato llora al lado mió.
El tiempo se le va mientras llora, pensaba yo.
Soberbio, ajeno, ignorante (va como todos los días) lo miraba fumando yo.
Jugué, me acuerdo, contra mi mismo: ¿Cuánto demorara en irse? O en regresar, en realidad.
Porque lloraba por eso: por no poder y querer. No poder volver. No poder querer ceder.
Me contó qué un día le agradeció a la vida que ella se hubiese olvidado los dos discos que ella amaba, que hablaban de ellos.
Ni se olvido, ni hablaban de ellos.
Se los dejo clavados en el alma para siempre. Y lo que hacían era contarle como ella se iba a olvidar de el sin rencor, sin querer, sin culpa.
Y recién ahí la dio por perdida.
Así llego hasta el bar donde todo era alegría.
Me miro. Se seco las lágrimas.
Suspiró, como quien asume su derrota.
No hizo falta que me dijera nada.
Salí corriendo hasta casa a buscar tus discos.

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